sábado, abril 26, 2008

Frase de motivación: ¡De los problemas se aprende!

Cuando era más joven solía pensar que las adversidades llegaban cuando uno menos lo esperaba y que el destino jugaba conmigo, que una especie de fuerza sobrenatural procuraba arruinarme los planes.
Creía que la felicidad consistía en permanecer en un constante estado de dicha, que las personas no deberíamos nunca afrontar cosas tristes. Sin embargo, pude comprender con mi propia experiencia, que a pesar de no desear pasar por momentos difíciles, es enriquecedor el ponerse en pie después de una caída, descubrir que los problemas han dejado enseñanzas valiosas en mí, que me ayudan en mi camino rumbo a la felicidad.
A continuación, el testimonio de un hombre que llega a una conclusión semejante a la mía:

Tiempo atrás, yo era vecino de un médico, cuyo "hobbie" era plantar árboles en el enorme patio de su casa. A veces observaba, desde mi ventana, su esfuerzo por plantar árboles y más árboles, todos los días.
Lo que más llamaba mi atención, entretanto, era el hecho de que él jamás regaba los brotes que plantaba. Pasé a notar, después de algún tiempo, que sus árboles estaban demorando mucho en crecer.
Cierto día, resolví entonces aproximarme al médico y le pregunté si él no tenía recelo de que las plantas no crecieran, pues percibía que él nunca las regaba. Fue cuando, con un aire orgulloso, él me describió su fantástica teoría.
Me dijo que, si regase sus plantas, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando por el agua fácil, que venía de encima. Como él no las regaba, los árboles demorarían más para crecer, pero sus raíces tenderían a migrar hacia lo más profundo, en busca del agua y de los variados nutrientes encontrados en las capas más inferiores del suelo.Así, según él, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes a las intemperies. Y agrego que él frecuentemente daba unas palmadas en sus árboles, con un periódico doblado, y que hacía eso para que se mantuvieran siempre despiertas y atentas. Esa fue la única conversación que tuvimos con mi vecino.
Tiempo después fui a vivir a otro país, y nunca más volví a verlo.
Varios años después, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia. Al aproximarme, noté un bosque que no había antes. ¡¡ Mi antiguo vecino, había realizado su sueño !!.
Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no estuviesen resistiendo al rigor del invierno. Entretanto, al aproximarme al patio del médico, noté cómo estaban sólidos sus árboles: prácticamente no se movían, resistiendo estoicamente aquel fuerte viento. Qué efecto curioso, pensé...
Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, llevando palmaditas y habiendo sido privados de agua, parecía que los había beneficiado de un modo que el confort y el tratamiento más fácil jamás lo habrían conseguido.

Lamentar tu mala fortuna, no sirve de nada, saber sufrir y respetar nuestra tristeza es sabio, sin que eso implique reposar día tras día en nuestro dolor. La mejor manera de sobreponernos, es motivarnos a continuar, movernos, esforzarnos, luchar.


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