sábado, marzo 22, 2008

Frase de motivación: ¡Seamos leales!

La lealtad es una virtud esencial para una persona, debemos aprender a desarrollarla porque es básica para nuestras relaciones interpersonales. Es muy importante tener la capacidad de establecer vínculos sólidos con nuestros familiares, amigos, esposos, equipo de trabajo, etc.

La confianza que los demás nos puedan tener, alimentará la confianza que nos tenemos y que les tenemos a ellos. Confiar en el otro crea una cadena positiva para el desarrollo de nuestro ser interior.
La lealtad es la capacidad que tenemos de mantener depositada nuestra confianza en alguien, incluso durante las peores circunstancias, el compromiso no se rompe: tú confías en mí y yo confío en ti.

Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado.
Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:
-¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá.
El rey sonrió con escepticismo.
Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo:
-Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno.
No duda de que su amigo volverá.
-¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca.
Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.
El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.
El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo, subió apresuradamente al patíbulo, abrazó a su amiga dándole las gracias y ocupó su lugar. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres.

Tal como puedes apreciar, no es cuestión solo de decir: yo confío, si no de demostrarlo con actos concretos, y mantener la confianza en el otro sin temor a equivocarnos. Si nos atrevemos a ser leales siempre, la vida nos premiará como hizo el rey con los dos amigos. Vale la pena confiar, vale la pena mantener nuestras lealtades.

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