jueves, febrero 16, 2006

El Océano del Tiempo

La vida decimos que es demasiado breve para desperdiciarla, que cada minuto que pasa no vuelve, decimos que el tiempo es oro, y mil y una frases más con las que definimos el carácter efímero del tiempo, esa volatilidad con la que se esfuma sin que sepamos cómo aprovecharlo adecuadamente, sin embargo, seguimos siendo esclavos de los malos hábitos que hemos elegido y que nos obligan a dejar pasar cada día cómo si estuviéramos en posesión de la llave mágica que nos permitiría poner en marcha la máquina del tiempo consiguiendo seguir aquí eternamente y repetir los días perdidos para aprovechar lo que no hicimos.

Lo lamento, hay malas noticias. El tiempo es cómo ese océano que llega cada segundo a morir en la arena de la playa, podemos estar horas, días, años seguidos allí sentados viendo llegar una ola tras otra sin que se detenga, sin que su dulce vaivén deje de enviarnos sus ondas de agua y espuma, o cómo decía el poeta de plata y azul, y sin embargo ninguna es repetición de la anterior, la que llegó, murió allí mismo y nunca volverá a mojar nuestros pies, y el tiempo es exactamente igual a ese océano, nos regala diariamente 86.400 segundos que nunca volverán, y sólo depende de nosotros que los aprovechemos adecuadamente o no.

Te voy a poner un ejemplo que lo ilustre mejor. Imagínate que acaban de darte de las llaves de tu nueva casa y hoy es el día de la mudanza. Vamos a traer todas las cosas de tu antigua vivienda y las vamos a ir colocando en la nueva. Realmente apasionante, sobretodo porque además de estrenarla, es más grande que la antigua.

cómo es evidente, vamos a ir colocando cada elemento según nos vaya llegando, y por tanto dependeremos de las cajas y los enseres que nos traiga la empresa de mudanzas. Para ellos es muy simple, a medida que van entrando en cada habitación, van protegiendo los enseres grandes y metiendo en cajas las cosas pequeñas (protegidas también, al menos esa es nuestra esperanza al contratarlos).

Bien, pues nosotros nos vamos a encargar de recolocar el salón-comedor de la casa y ya estamos a la espera de que nos llegue la primera entrega con todo el salón vacío salvo por la bombilla que cuelga del techo. Ahí está, son unas cuantas cajas. Las abrimos y vemos que se tratan de libros, así que los vamos colocando en el suelo en un lado. Las siguientes caja son videos, una colección de música de antiguos discos de vinilo que guardamos cómo algo sentimental a sabiendas de su nulo valor en la actualidad, la colección de películas y música actual en CD y DVD, y los mandos a distancia de los diferentes aparatos electrónicos, los cuales vamos situando junto a los libros para que no estorben demasiado.

Seguimos abriendo, y salen objetos decorativos, manteles, cubertería, cristalería, más libros, recuerdos de nuestros viajes, regalos de amigos, todas estas piezas suelen ser de cristal, cerámica, barro, metal, etc. pero la mayoría de dimensiones pequeñas y de formas muy diferentes por lo que se nos hace imposible amontonarlas, así que esto nos ocupa bastante espacio junto a los montones de libros y DVD. Parece que ya hemos acabado con la primera tanda, pero cuando miramos al salón vemos que tenemos llena toda una zona importante, pero cómo hemos sabido agruparlos... no pensamos que nos ocasione demasiados problemas.

Cuando llega la segunda tanda, nos ponemos manos a la obra de inmediato, y ahí aparecen ya los primeros cuadros, tanto pequeños cómo grandes, los cuales vamos colgando al instante para que no estorben en el reparto de espacio, el revistero, la lamparita que ponemos en la mesita del teléfono, un par de puffs que tenemos en el salón junto a la mesa, en donde se sienta nuestro hijo, algunas figuras de decoración un poco mayores que van en las estanterías y encima de la mesa del comedor. Ya está, todo situado. Cuando echamos un vistazo antes de que llegue el tercer envío, empezamos a preocuparnos pues enseguida nos damos cuenta que tendremos problemas de espacio, y no entendemos cómo puede ser que este salón sea más grande que el de la casa antigua y sin embargo parece que quepan menos cosas. Un sudor frío empieza a fluir por nuestros poros pues somos capaces de ver los problemas que se nos avecinan en breve.

Por fin llega el tercer envío de la mudanza, son ya cosas más voluminosas, entre las que aparecen las sillas del comedor, que agrupamos unas encima de otras en la única esquina que nos queda libre, la mesita del teléfono, el aparador del comedor que nos obliga a mover varios montones de libros para hacerle sitio, una lámpara de pie, el reproductor de DVD, la cadena de música, una butaca de descanso que solemos tener en un lado del comedor para ver la televisión. El agobio empieza a ser más que patente, pues tenemos el salón prácticamente lleno y aun no han llegado los muebles, ¿cómo lo vamos a hacer? Estamos totalmente desconcertados.

Cuando por fin llega el mobiliario, los empleados de la mudanza nos preguntan dónde los dejan, esperando una respuesta por nuestra parte, porque ya no hay sitio suficiente en el salón. Empiezan a bajar la mesa del comedor, los sofás, y los van dejando en la entrada de la casa esperando que mueva las diferentes piezas de este macropuzzle y queden los huecos suficientes para poder meterlos. Siguen trayendo más, esta vez son la mueblería del comedor, el mueble de la televisión, las alfombras... La camisa esta empapada de sudor, no sabemos cómo resolverlo. Es imposible que quepa todo eso según lo hemos colocado. Traen las cortinas, la otra lámpara de pie, la televisión, las plantas...

¿Y que solución tomamos? ¿De que elementos de nuestro salón podemos prescindir? ¿Qué muebles dejamos fuera? Efectivamente ninguno, pues nuestro problema no es cuestión de espacio sino de método. Y es prácticamente imposible poder colocarlo según lo hemos hecho, pero a nadie se le escapa que este relato es de muy difícil solución en ese orden, pero de muy sencilla en el orden inverso.

Seguramente con este ejemplo habrás llegado a la conclusión que nunca lo habrías hecho cómo el protagonista de mi ejemplo, pero si sabes y eres consciente que este método no funciona, entonces ¿por qué lo haces con tu vida? ¿Por qué llenas tu vida con todas las cosas que realmente son intrascendentes y no dejas espacio para las importantes?

Si realmente queremos aprovechar la vida deberemos empezar por las cosas importantes, las que de verdad hay dentro de nuestro corazón, las que sentimos y por las que vivimos de verdad y empezar a dedicarle el tiempo que merecen, deberemos abrir nuestra vida y darles la prioridad suficiente para que siempre encuentren su hueco y el resto de cosas las iremos adecuando en los huecos que nos queden.

Y si crees que no estoy en lo cierto, piensa y dime que le contestarás a tu hijo cuando dentro de unos años te pregunte porque no estuviste a su lado en su infancia y sólo podía compartir contigo apenas los domingos: o que te responderás a ti mismo cuando en tu vejez mires atrás y veas que aun conservas intactos tus talentos y los dejaste sin estrenar, o que tus sueños se quedaron sólo en “yo quería ser…” o “yo quería hacer…” ¿Hasta cuando esperas para dar el giro al timón de tu barco y dirigirte hacia donde tu más deseas.

No es cuestión sino de cambiar las prioridades, y te aseguro que hoy es el mejor día para hacerlo, no dejes que las olas sigan muriendo sin que tus pies hayan disfrutado de su espuma. Los sueños sólo existen para que alguien se atreva a hacerlos realidad.

Te deseo muchos éxitos en la vida.
Antonio Domingo
www.antoniodomingo.com