martes, agosto 21, 2007

Frase de Motivación: Llevar primaveras en el corazón



La eterna juventud es llevar primaveras en el corazón




La vida pasa deprisa, los años van transcurriendo y en el camino vamos pasando por un proceso similar al que ocurre en la naturaleza.

Nacemos florecientes como una primavera espléndida, llenos de luz, energía y color, crecemos con muchas ilusiones, exuberantes de vida, pletóricos de ganas de comernos el mundo, recorremos la juventud disfrutando cada momento abriendo relaciones y nuevos amores, generado nuevas amistades por las que daremos todo si es preciso.

Poco a poco nos vamos adentrando en un verano que nos va dando paso a la madurez en donde iremos sosegando el espíritu para ser mucho más serenos sin dejar de ser entusiastas con lo que nos ocurre, pero a medida que los años se suceden y se acerca el otoño, empezamos a mirar el camino de forma diferente, pues sabemos que la próxima estación nos acercará aun más al final del trayecto como si de un tren expreso se tratara.

Y es aquí, en ese otoño de hojas de bronce y veredas polvorientas, donde empezamos a cambiar el enfoque de nuestra vida pues hasta ese momento habíamos estado viviendo mirando al horizonte, pendientes del futuro, generando nuevas amistades, emprendiendo nuevos proyectos, tomando iniciativas, y ahora ocurre en la mente un proceso inverso del que pocos escapan.

Este proceso se inicia porque se empieza a ver partir a algunos de los que nos acompañaron en ese camino, empiezan a irse hacia no se sabe donde a aquellos con los fuimos compartiendo, y sentimos que el río por el que navegamos nos acerca a la catarata final, y desde ahí nacen en nuestra mente pensamientos cada más a menudo, centrados en elucubrar cuando seremos nosotros los que diremos el último adiós, comenzando a mirar hacia atrás, a recorrer mentalmente el camino que nunca volverá, los pasos que dimos o compartimos y sobre los que jamás volveremos a pisar, y en ese cambio desaparece todo lo que nos mantiene vivos.

Y ese es un grave error pues cuando la mente enfoca hacia ese punto, el cuerpo obedece y se abandona, y precisamente es el momento de remover el cajón de los sentimientos, subir al desván donde guardamos todos los sueños incumplidos, proyectos que nunca llevamos a cabo y sacarlos al salón para volver a retomar todo lo que fue quedando en el camino por diferentes motivos.

En ningún lugar está escrito que llegado un momento en la vida debamos abandonarnos y renunciar a seguir en pie, que debamos dejar de llevar el estandarte de la ilusión y los sueños, que estemos obligados a ser un mueble que no sirve y dejar que la corriente nos lleve río abajo hasta el mar.

No, es en esa etapa de la vida cuando debemos aprovechar la experiencia que hemos ido atesorando, para volver a abrir nuevas relaciones, encontrar gente más joven que nosotros con quien relacionarnos, buscar aficciones, hobbies, o emprendimientos que nos llenen de energía e ilusión como cuando teníamos quince años y volver a llenar nuestro corazón de primaveras en donde florezcan los sueños más brillantes y seamos capaces de volver a vivir una segunda juventud, porque no debemos olvidar que las edades no son físicas sino mentales y mientras seamos capaces de seguir construyendo, mientras sigamos enamorados de proyectos y sueños por realizar, seremos jóvenes eternamente.

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domingo, agosto 12, 2007

Historias de motivacion: Regalar felicidad

Hoy voy a contaros una historia real, una situación que he vivido personalmente y que me ha hecho reflexionar mucho sobre la trascendencia de las interacciones entre los seres humanos. Espero que os guste.
Nota: Como estoy escribiendo desde la BlackBerry no puedo añadir una imagen como siempre hago. .

"Regalando Felicidad"

Ante una llamada que tuve desde el extranjero, en la que me comunicaron la intervención quirúrgica grave de un familiar, organicé por internet (donde si no?) un viaje relámpago para llegar hasta allí.
Sin dormir esa noche, hice la maleta y salí de mi casa hacia el aeropuerto donde miles de personas se agolpaban en infinitas colas para todo.

Esperé mi turno con paciencia cinco veces, para proteger mi maleta con plástico (casi 45 minutos); para demostrar que la tarjeta con que hice el pago por internet era de mi propiedad; para facturar el equipaje; para pasar el control de pasaportes y finalmente para embarcar.

Varias horas más tarde aterricé en el aeropuerto de Amsterdam donde para poder llegar a conectar con el siguiente vuelo de mi viaje hube de correr por todo el aeropuerto ya que coincidió estar precisamente en el extremo opuesto a donde habíamos llegado, es decir a cuatro kilométricos e interminables y abarrotados pasillos de distancia, y quien haya estado en dicho aeropuerto entiende lo que digo.

Por fin llegué a la puerta de embarque donde de nuevo esperé mi turno para el control de policia primero y para embarcar después, esta vez rumbo a Varsovia.

Unas horas después aterrizamos en la capital polaca, donde hube de pasar un nuevo reto. Antes de ello, una nueva situación, ya que después de haber estado esperando junto al resto del pasaje en el lugar equivocado durante al menos quince minutos la salida de nuestro equipaje (si solo encuentras dos cintas de salida de maletas piensas que son esas por donde aparecerán las tuyas), debimos ir apresuradamente a otra sala, y que orientados únicamente por nuestra intuición dedujimos que debía ser la correcta pues nadie informaba, las indicaciones en pantallas eran nulas y donde estábamos no se movía la cinta ni tan siquiera.

Pues como digo, hube de afrontar un nuevo reto al descubrir que mi maleta no había llegado con el resto y junto a otras cerca de diez personas tuvimos que rellenar un formulario para reclamarlas, y en mi caso con unas serias dudas de que la pudiera recuperar en los siguientes días ya que he vivido en carne propia este tipo de sucesos varias veces, y en una ocasión nunca se la volvió a ver y en otra apareció una semana más tarde. Sin embargo esperé mi turno, pues éramos tantos, no solo de nuestro vuelo, que a pesar de haber cuatro personas atendiendo este departamento, no eran suficientes.

Finalmente y con mi hojita rellena y sinceramente muy poca fe, salí de allí en busca de la zona de facturación para enlazar con mi tercer vuelo, en este caso doméstico rumbo a Szczecin. Para llegar a dicha zona del aeropuerto hube de salir a la calle y buscarla sin que nadie pudiera guiarme para ello pues las únicas indicaciones que me dieron en información fue que estaba saliendo al exterior y a la derecha.

Por fin lo encontré, pude facturar (sin equipaje) y de nuevo una larga y lenta fila para pasar a unos recios policías que miraban y trataban a todo el mundo como si fuéramos sospechosos peligrosos, es decir se comportaron con muy malos modos, malos gestos y formas inapropiadas con un grupo de civiles que solo deseábamos volar.

Esperé los noventa minutos que correspondían para embarcar y de nuevo a un avión, esta vez mucho más pequeño y antiguo, y por si fuera poco, con motores de propulsión a hélice. Aquí regresó un viejo fantasma con el que hube de lidiar en el pasado y que aparece en determinadas ocasiones, la claustrofobia, ya que es un avión pequeño y estrecho y eso unido al calor que hacía dentro del aparato al montarnos, pues ayuda a que la percepción de agobio sea mayor. Sin embargo, esta vez no fue larga la lucha, y como siempre, fui capaz de dominar mi mente y desapareció en unos minutos.

Unas horas más tarde aterrizamos en Szczecin donde me esperaba un taxi para llevarme al hospital, pero también aquí aparecieron dificultades, pues el taxista, mientras recorríamos el trayecto por una carretera de segundo orden, es decir, de doble sentido, y en esta ocasión con abundante tráfico y sin arcén, se puso a atender una llamada en su teléfono móvil con la mano derecha en su oreja izquierda y sujetando el volante con su mano izquierda. Todo un cúmulo de despropósitos que no pude consentir y que le obligué a abandonar con la consiguiente discusión sin idioma, ya que yo hablo mínimamente polaco y él no entendía ni español ni inglés.

Por fin llegué al hospital después de doce interminables horas, realmente agotado, sin dormir, malhumorado, con toda la ropa arrugada y llena de sudor, sabiendo que no podía cambiarme y por supuesto con el estómago totalmente desorientado.

Subí a la habitación y en apenas un solo segundo todo eso desapareció al ver la luz que irradiaba la sonrisa de mi hijo al verme llegar. Fue una explosión de felicidad compartida difícil de explicar con palabras.

Nada en el mundo hubiera pagado ese momento. Cualquier dificultad, problema, o suceso que pudieran haber sucedido hasta un instante antes de atravesar esa puerta dejaban de tener importancia ante esa sonrisa. No hay precio posible que no hubiera estado dispuesto a pagar por regalarle ese momento.

La operación, aunque grave, pues fue una peritonitis purulenta derramada (así puso el cirujano en su informe) y que estuvo oculta hasta que no se abrió, salió bien y en los próximos días dejaremos las guardias de 24 horas que hacemos al pie de su cama y le darán el alta.

Os cuento toda esta historia porque muchas veces no somos capaces de evaluar correctamente la influencia que pueden llegar a tener nuestras palabras, nuestras sonrisas o una simple llamada telefónica en las personas que nos rodean, y con tan solo pequeños gestos podríamos alegrarles el día, la semana o incluso salvarles la vida ya que desconocemos en que situación se encuentran o la necesidad que tiene de ello.

Regalemos sonrisas, sembremos de cariño las veredas que transitamos, llenemos de ilusión los días de quienes nos rodean, es gratis y nos dará una recompensa imposible de comprar, pues habremos grabado en su memoria un recuerdo imborrable lleno de gratitud, y en nuestro interior nos sentiremos pletóricos de felicidad.

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sábado, agosto 04, 2007

Frases de motivación, elegir las mejores

Hola, hoy voy a escribir un post diferente pues en vez de ser yo quien escriba un frase de motivación, voy a pediros que seáis vosotros los que me las digáis a mi.

La idea es que me contéis frases que hayáis oído, leído, escuchado que os hayan transmitido algo importante, que os hayan motivado, que os hayan hecho reflexionar, pensar en vuestra vida interior, en vuestros sueños más preciados, no se, que os hayan tocado el corazón y os hayan impactado de alguna forma.

¿Y para que? Pues quiero que hagamos entre todos una selección y elegir algunas que consideremos que son muy buenas.

Con ello lo primero que obtendré es aprender un poco más de vosotros y conoceros mejor, pero además, de las que queden elegidas como las mejores, ya sea por lo que dicen o por como lo dicen, haré un reflexión y escribiré próximos post basados en ellas poniendo el nombre de quien nos la haya enviado.

¿Y como participar? Pues escríbelas en los comentarios de este post o envíamelas por email a esta dirección de correo electrónico:

motivalia (arroba) fenixmedia (punto) com

evidentemente lo que hay entre paréntesis, debes convertirlo en lo que dice, y lo escribo así para evitar el spam en esta dirección de correo.

Bueno familia de Motivalia, ahora es vuestro turno, estoy a la escucha y gracias adelantadas por participar.

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